jueves, 5 de enero de 2017

Ammán



Ammán brilla, resplandece al sol de la tarde. Con la llamada a la oración de la tarde desde Jabel al-Qal´a contemplo con los ojos entrecerrados la luz reflejarse en las paredes encaladas, en las azoteas descender hasta el Teatro Romano. Desde la planta del templo de Hércules la luz oscila, te eleva sobre las pobladas colinas de Ammán y la intensidad del cielo azul se torna delicada, ligera para teñir de tonos rosados el horizonte en el que entre los destellos de las ventanas  se reflejan los últimos haces de luz solar.
Ammán con sus cinturones concéntricos, donde el tráfico frenético parece no detenerse nunca está lejos de este otro Ammán, Ammán y sus callejuelas, sus escalinatas serpenteantes, donde se enredan las puertas,  caja de resonancias que alberga el eco de la oración envolvente. Sentada bajo la higuera el atardecer parece detener el tiempo  y en alguna azotea de enfrente algún hombre reza, uniéndose a esa danza en espiral, cual derviche,  movilizando la energía, transformando en esa espiral la luz y el sonido en vibración amorosa. Brota otra Ammán, la ciudad envuelta en  volutas de humo del narguile que asciende desde las terrazas al caer la tarde, con olor a fresa, melón, menta bajo los frondosos olivos y granados  alzas la mirada y las columnas del Templo de Hércules  se tornan imponentes, regias.
El devenir de los acontecimientos pasados y futuros que parecían atados con tiras de cuero se aflojan y se abre un resquicio por el que la tórrida atmósfera se aligera. Entonces una voz cándida, armónica captura mis pasos. La sigo impaciente, no es una cinta de Fairouz,  no, es una voz viva, es una música que acoge a pesar de no entender la lengua con la que matiza las emociones. En el descansillo de la escalera una muchacha está sentada y canta. Nos sonreímos y le tarareo Fakkarouni de Oum Kelsoum, ella empieza a cantarla… - ¡Fairouz! Exclamo y me deleite con Li Beirut. Tarareo de Amr Diab: Habibi ya nour el ain y la entonamos las dos.
Unos muchachos vienen  a buscarla y se va con ellos.
 Más tarde tras la cena en la escalinata de la entrada del hotel un grupo de adolescentes ríen, cantan, entre ellos busco a la muchacha. Nos reconocemos  y viene acompañada por otra muchacha con su pañuelo palestino. Nos explican que son un grupo de jóvenes talentos de Yemen, Palestina, Jordania, que se reúnen en Ammán y  que su talento es la pintura, el de otro muchacho que se acerca el canto y el de la muchacha recitar.
Quedamos en unos minutos, en un rincón del lobby y voy a buscar el libro de Maram al Masri que se cayó de la estantería cuando preparaba la maleta y al traerlo pensé: - Qué mejor que llevar la poesía de Maram hasta el Monte Nebo, será como acercarla a la puerta de casa. – Y ahora cobra vida en la voz de esta joven yemení  que con una elegancia serena, y dulce luce su hiyab morado  y su caftán negro.
 El muchacho se sienta con nosotras y ante los primeros poemas que él lee en árabe y yo en español deja de lado el libro, comienza a recitar a Darwish de memoria.  Lo dejo terminar y rescato los versos que dejo entre su pierna y el brazo del sofá.  ¿Qué palabras le perturban?  Quizás: cuerpo de mujer, los fantasmas de mis pensamientos,  la soledad que nos une, los ladrones del sueño
Los versos silenciados en Damasco colman a esta juventud ávida, sedienta de saberes antiguos, que les han sido negados, ocultados.  Una corriente evocadora de emociones nos cobija y así entrelazando dos lenguas, el castellano y el árabe nos deslizamos por los versos de Cereza roja sobre losas blancas. De soslayo veo a las adultas que acompañan a estas jóvenes observándonos y ante el temor de la censura rompo este ritmo amoroso en que nos mecemos. Dejo que se sacien de los versos en su lengua materna sin interrupción, aprovechando el tiempo que nos resta.
Me deleito observando cono se mueven por este laberinto en el que de mujer a mujer la comunicación se entabla con fluidez, y en el que se reconocen. Hay tanta gratitud en sus miradas, quizás no lleguen nunca los emails que nos intercambiamos, quizás censuren su correo pero, este momento en el que una extranjera les ha mostrado a una poetisa de su cultura, en dos lenguas permanecerá.
Abierta queda la frontera del corazón donde no llegaran a construirse vallas,  ni introducir medio disuasorio alguno que impida sentir los latidos del alma. Esos pálpitos son los mismos que sustentan la poesía, la música, la danza, y transcienden los obstáculos, van más allá del entendimiento, provocan reciprocidad, comprensión, unidad. La luz de Ammán renace, y  se expande en las miradas de las generaciones venideras que transmiten la magia del encuentro, desde su asombro más inocente, desde el despertar del deseo por saber más, por aprehenderse de lo silenciado con avidez, y entender que lo que otros censuran es fruto de sus miedos a reconocerse humanos, sensibles y creadores.

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