sábado, 5 de noviembre de 2016

Resilencia



RESILENCIA

A Abla Saadat
Oviedo, 28 noviembre 2014. La sala de conferencias estaba repleta de personas. El traductor iba trasladando el mensaje a la lengua materna del público. Las imágenes sonoras  iban removiendo la memoria reciente  y los gritos de repulsa frente a los ataques policiales iban bombardeando los tímpanos, desde adentro, desde afuera. Y en esa escalada de alaridos  el mareo, la náusea se transformaban en repulsa que se transpira, en puños apretados conteniendo la ira. Mientras las voces de los presos cada vez más exhaustos llegan nítidas, y el hambre voraz de venganza se arremolina en las últimas filas.
En cambio, en las primeras filas la escucha remueve la angustia de las ausencias, la angustia y las lágrimas acuden presurosas, empañando la mirada. Se establece un vínculo entre las generaciones, donde las abuelas, las madres y las nietas se unen en una corriente circular, que gira, gira, gira  proyectando hacia el futuro los anhelos y el sueño de liberar su tierra, su hogar, Palestina. Un territorio libre de muros, donde dejar mansa la mirada en un horizonte cubierto de olivos centenarios, frondosos, y donde el olor del azahar en primavera increpe al transeúnte y le haga detenerse para compartir un té, de camino hacia el otro lado del país. -¡ Limonada fresca!-,  Limones recién exprimidos en verano, esa sería la única acidez que conocerán sus nietos, y no la que provoca la constante negación del derecho de los hijos a visitar a su padre en prisión. Encarcelado,  sin juicio,  sin derecho a una defensa, sin fecha de liberación,…   Mujeres, esposas que sostienen a la familia. Ellas son las guardianas de la memoria. Ellas se enfrentan al miedo,  a la incertidumbre, y aunque las encarcelen siguen resistiendo, y transmitiendo cómo cuidar y amamantar a las futuras generaciones que, construirán con los pedazos que ellas recortan, desde el fondo de la celda,  la redondez de la bóveda celeste.  Los llamados a la lucha sienten la profundidad de las raíces de su familia, alimentando a sus hijos e hijas, a sus esposas que claman por justicia. 

Miro tus manos y las veo unidas, enlazadas,… observo tu mano izquierda tomando notas, para no dejar sin respuesta a ninguna de las preguntas que hoy te hace este público afín. El dramatismo de los hechos, el escalofrío de la realidad está rodeándonos. Pesa.  Nos paraliza en la silla,  pero en medio de esa densidad hay una luz, una esperanza que se expande en el tono dulce de tu voz, en su firmeza, en su calidez.  Me zambullo en ese brillo,  que me lleva hasta tu mirada profunda. Nos miramos y me siento en paz. Es  una paz firme, y a la vez tan sutil. Abla al mirarte veo, reconozco el camino que has hecho desde el desgarro, a la resistencia pacífica. Sé que el camino ha sido largo, difícil, te has enfrentado a tu oscuridad y has encontrado la luz del amor que albergas dentro. Miras a los ojos y acoges al otro. Nos faltan las palabras para comunicar con fluidez pero nuestros cuerpos no las necesitan y nos abrazamos y besamos, como lo hacen una madre y una hija que se reencuentran tras una larga ausencia. Y en ese abrazo me haces sentir cómo la fuerza de la vida hace brotar a las semillas, en el interior de los huesos de las olivas. Semillas que  germinan, niños que cantan, olivos que crecen, padres que vuelven a casa.
-         Salam, habibi, habibi salam 
-         Sucran.


Esmeralda Vizcaíno

Palpitar del castaño






Caleidoscopio



CALIDOSCOPIO
Las sensaciones se mezclan y se tiñen con ternura ante los lazos que se han estrechado en este viaje. Fui a China para asistir al nacimiento de una amistad, que como el loto emerge de las aguas, con su belleza, otorgando equilibrio, serenidad y alegría.
Los párpados descansan ante el vapor del té que asciende del vaso y los sauces mecen sus ramos al compás de unas voces, que evocan óperas,… mientras atrás queda la negativa de los taxistas en Shangai a llevarnos al hotel, y ese sentimiento de invisibilidad que se siente siendo extranjero en tierras lejanas, donde la lengua es una barrera.
En la maleta una vieja marioneta que me  encandiló a la orilla del Rio Li, junto con el recuerdo de una conversación con tres chinas sordas repleta de risas y, el aroma mentolado de un repelente de mosquitos rueda por el interior de mi neceser.
Al alcance de la mano están los libros que alimentaran el hambre por saber más de estos lugares en los que se despertaron antiguas resonancias.


Jota de trebol



JOTA DE TREBOL
Tras el viaje en el tren bala (Suzhou 9:00 y a las 13:40 Shangai)  dejamos la tierra del arroz y el pescado para ir al mar,  a Shangai.  Hacemos nuestra última plegaria ante al Buda de Jade blanco, será el último templo que visitemos y nos deleitamos con los bonsáis, que separan unos pabellones de otros, las ofrendas de vivos colores nos recuerdan el sabor fresco de esta fruta que hemos descubierto aquí, la fruta del dragón, con esa pulpa blanca con pintas negras que se envuelve en una piel rosácea, con escamas verdes y amarillentas que parecen pinceladas expandiéndose para trazar un ideograma que expresa un concepto.
Las nubes se vuelven densas y llueve sobre Shangai, el cielo encapotado nos lanza una cortina de lluvia a través de la que vemos el Bund con sus torres, una con forma de abrelatas, y hasta ahora la más alta de China con 420,5 m y 87 plantas la Torre Jinmao, donde está trabajando Javier. Al día siguiente desde allí el cielo estaba despejado y las nubes no nos impidieron ver Shangai como si de una maqueta se tratase, antes de volver a estar en el suelo y mirar hacia arriba sintiéndonos hormiguitas. Aurora es otro edificio que se asemeja a un gran neón, donde los anuncios se suceden. El rojo de la torre de telecomunicaciones, la Perla de Oriente llama nuestra atención, y en este Bund a la orilla del río los negocios se gestan mientras los cargueros repletos de contenedores atraviesan el río rumbo a Singapur, a Europa,… Volveremos a ver esta isla de rascacielos iluminada en plena noche desde el barco, y las siluetas de cada torre serán las líneas de colores con que dibujaremos en sueños estampas que se entremezclaran con pagodas que se reflejan en las aguas de los lagos. Luces de colores, rojas, plateadas, doradas, recorren los rincones, y los edificios emblemáticos de cada ciudad, y así en la noche los paseos subiendo puentes y recorriendo veredas eclipsan luz de las estrellas y la luna. Incluso iluminan las grandes grutas  con esas luces azuladas, rosadas creando en el interior de la cueva espacios que aun se perciben con mayor grandiosidad, e invitan a imaginar el sonido de la flauta de caña.
En algunos rincones como Qibao se puede pasear en esas barcazas a remo, que recorren el canal, bajo los puentes que comunican las dos orillas,  y en las callejuelas entre los puestos de comida, las chicas con sus trajes tradicionales se sacan fotos en los puentes que cruzan el canal, los padres de familia cargan a su bebé en brazos, y aparecen las casas de té donde los hombres mayores comentan las noticias y cuentan leyendas. La vieja China convive con la moderna y futurista.  En plena calle encuentro la jota de trébol esperándome es la última carta de este viaje.

Leyendas



LEYENDAS
Jara era una serpiente que se transformó en mujer y conoció a un joven. Se casaron y en el templo budista el monje le dijo que  tiene un espíritu al lado, pero él se mostró incrédulo. Aún así el monje preparó unas hierbas para que las tomara y así ahuyentar a los espíritus. Ella las tomó y se acostaron.
Él dormía mal y salió de la casa a dar un paseo, cuando regresó se encontró que en lugar de su mujer había una serpiente blanca.
Se asustó y huyó hasta el templo. El monje le explicó que no podían convivir juntos, como serpiente y hombre. – Cada ser debe habitar su reino, tú entre los hombres, y ella entre los animales-
Volvió a casa y al ver a la que la serpiente se había transformado de nuevo en mujer se asustó tanto que falleció. La mujer  se fue con el cuerpo sin vida al templo, con la esperanza de que lo salvaran, esperando que el monje pudiera resucitarlo. El monje se negó condenándolos a estar separados.
La noticia corrió en el monasterio y un lama castigó al monje transformándolo en un cangrejo. Por eso la concha del cangrejo tiene en el caparazón a un monje grabado. A continuación resucitó al joven para que estuvieran juntos.

Hilos de seda



HILOS DE SEDA
Gusanos devorando hojas de morera, crisálidas e hilos tejiendo miles de prendas, pañuelos… granadas en los brocados,  bordadas en los bolsos… y caracteres chinos.  Tesoro para Marco Polo,… pero fueron otros los hilos que me cautivaron, los que llevaba y fui regalando a los niños y mujeres, hombres que quisieron jugar conmigo al juego de los uñas de gato. Muchas sabían jugar, mujeres mayores que sonreían al recordar este juego que aprendieron en su infancia. Juego que cruzó las murallas de China y llegó a España, a  Argentina, a Essaouira, a todo el mundo creo yo. Jugamos con él en estaciones de tren, en el barco que nos mostró en Bund en Shangai por la noche. Las risas que despertaban un frágil hilo y el juego con un tesoro que dulcifica esos rostros que esconden, en esa China que no se enseña, que tratan de silenciar. El silencio impera al nombrar a los practicantes de Falum Dafa. Por mucho que quieran negarlo existen todas las personas que están bajo arresto domiciliario, en las cárceles donde no se respetan los derechos humanos, Liu Xiabo, Jiang Tianyong, Teng Biao, Tang Jitian, Chen Guamg,...

ORILLAS DEL LAGO DEL OESTE EN HANGZHOU




Las hojas de los lotos se elevan sobre las aguas del lago,  se asemejan a sombrillas que casi pueblan el horizonte y entre ellas el puente roto se eleva.  Entre las hojas de loto brotan los capullos rosados con los pétalos cerrados sobre si mismos siguiendo el camino de la espiral estremecen el borde de las carnosas hojas.  Ante el objetivo contemplamos el temblor de los labios ante la proximidad de la boca golosa y decidida a robar un beso, en esos segundos previos a la fusión la lengua se adelanta, abriendo camino, es el loto que abre sus pétalos sobre el lago de Hangzhoe, es el primer beso de la  diosa tras encarnarse en mujer. La belleza nos cautiva y entre fotos nos perdemos del resto del grupo. Naty me pregunta:
- ¿Tienes miedo?
 - No, estando contigo no, a qué iba a temer. - 
Nos quedamos bajo la copa de un gran árbol a esperar a que regresaran a buscarnos, dado que no conseguimos ver dónde estaban y nadie hablaba inglés, ni nosotras chino.
Al caer la noche a las orillas del lago expectantes aguardamos a que comience a sonar la música de Kitaro y al ritmo de sus Impresiones sobre el Lago del Oeste los actores van deslizándose sobre la superficie del agua, narrando una de las historias de amor más antiguas de China. La voz de la tradición oral se suma a la tecnología y vibramos con la historia de amor de la leyenda de Luisanjie. El director de cine Zhangyimou con un elenco de cientos de personas y este entorno privilegiado narra esta historia que sin duda cautivó a Marco Polo.
Los cuerpos de cientos de actores se coordinan bajo las hojas del loto y forman una corriente de agua sobre la que los peces saltan, merecidos por la mágica luz de las linternas que, señalan la senda a los amantes. Luz, sonido, agua y cuerpos fusionados en la interpretación de las tradiciones.

JARDÍN DEL MAESTRO DE REDES (SUZHOU)




A los laterales de  la puerta unas esculturas reflejan la vida del funcionario que habitaba esta casa y una inscripción anunciando las cualidades de brillantez y éxito del escritor, a modo de buen augurio… Los patios van sucediéndose, y las estancias con estos bellos muebles de caoba  del estilo Ming van siendo cada vez más sencillos, a medida que dejamos atrás las dependencias de los hombres, la mujer favorita, las mujeres y por último para los invitados. En la frontera entre los espacios masculinos y femeninos están los jardines con su estanque en el centro, rocas y armoniosos árboles invitan a la imaginación a abrir un universo entre el calor y la humedad, al tiempo que invitan a sentarse en la casita de la Primavera, Dianchun Yi y dejar que la mirada se pierda en horizontes lejanos a las tierras del arroz y el pescado. Mientras el cuerpo sobrevive en este espacio buscando evasiones en la música, el juego, la poesía y la pintura. Las cálidas noches de verano este laberinto de ventanas que se abren en los pasillos debían de alimentar secretos, confidencias, anhelos. El hilo de una voz recojo en estos pasillos, bajo estos faroles, una voz hermosa, sublime que me hizo volar sobre los nenúfares del estanque,  navegar con la balsa que bajo el pabellón del teatro aguarda a la actriz para hacer su entrada triunfal. Una voz deliciosa capaz de hacerte viajar en el tiempo, y que nos trajo las semillas de una amistad que germinó en Suzhou, la Venecia de Oriente. Una voz que transmite la misma delicadeza que reflejan  los abanicos pintados en los que el Tigre blanco desciende la colina. La magia se expande y fue como volver a casa,  la atracción por aquella casita de madera granate, al que llegaba la música desde el otro extremo del estaque, como un reencuentro juguetón con esa necesidad de narrar, de interpretar poemas, la gozar con la Ópera…


Xi¨an



XI´AN
Recuerdo el gesto de un arquero… Sus rostros son diferentes, cada uno guardaba el alma de un hombre en un cuerpo común. Las filas de arqueros con la rodilla en tierra y sus coletas inclinadas, su silueta es el mapa de la región de Xian.  Todos ellos en formación en bloques de cuatro, los arqueros, las ballestas, los capitanes y los generales, dispuestos a entrar en batalla, distribuidos en cuatro fosas descomunales que incluyen hasta los carros. Cuerpos de terracota, un ejército sepultado, descubierto por un agricultor que con su azada extrajo una de estas cabezas y ahora descansa tras pilas de libros, esperando para autografiarlos. Ha aprendido a leer y se entretiene con su ipad jugando a las cartas. 
Cerca del aeropuerto han descubierto una ciudad sepultada, con los animales que criaban para alimentar al emperador, y su corte. Hay figuras de mujeres, todas ellas a escala, miden unos sesenta centímetros, pero no se pueden visitar aún. Quizás algún día permitan la colaboración con otros arqueólogos extranjeros y el pasado pueda hablar con claridad la humanidad.
Por la tarde vistamos la Gran Mezquita de Xi´Am Entre arcos de piedra nos adentramos entre la frondosa vegetación envueltos por la llamada a la oración que desde los altavoces reclama la presencia de los musulmanes en este Ramadán. La sala de oración está cubierta de esterillas de bambú y pronto se puebla de hombres vestidos de blanco. Escuchaba como un leve susurro sus plegarias mientras, We Wei nuestro guía nos mostraba los movimientos más sencillos del Taichi en aquel patio cubierto de flores y armónicos recovecos al más puro estilo oriental los discursos se entrelazaban:
-           Allah akbar…
-           ¡Tomo la sandía, la parto en dos mitades, te doy este para ti, y este para mí!
Y así dentro de mí iba enraizando la serenidad en mi corazón.
Al salir los puestos iban sucediéndose, casi como una alfombra por la que discurrían para tomarte un descanso a medida que el joven artista pulía el sello de jade con el apellido de mi amiga y dos caracteres chinos que significaban mujer sabia y justa. Sentada junto a él veía como pulía con su buril paciente. Al ver que había dejado la tilde pulió toda la superficie y comenzó de cero el trabajo, sin inmutarse. Sentada en el umbral de la tienda, veía a los turistas pasar un metro por debajo, siguiendo la corriente de sus compras en aquel zoco oriental al más puro estilo árabe, incluyendo el regateo.
Por la noche Wei Wei  nos llevó a una zona donde los chinos pasaban su tiempo libre. En el interior de aquel edificio, tras atravesar las tiras de plástico que cubrían la puerta, el calor iba cediendo gracias al aire acondicionado, en aquella galería de restaurantes. Fue a comprar unos dublins y volvió con ellos para sentarnos en otro restaurante más adecuado a la visión que él tenía de nuestros gustos y allí él eligió el menú: sopa de arroz, dublins, raviolis rellenos, raviolis fritos y tripa de pepino. Antes de llegar a los postres fue directo al grano y nos preguntó sobre las dificultades que habíamos tenido con Fan, la guía de Beijing. Ahí entendí la excesiva amabilidad de nuestro guía y se fue difuminando la imagen de Fan bajo su paraguas rosa, encadenada a su móvil, lanzando a “Manolo” a sacar las entradas, a contarnos, a encargarse de no perder a nadie, a esperar por el último que se quedaba atrás mientras nos sacaba fotos a todos y videos que luego ofreció ella, explicando que era el único sueldo que percibía Manolo. Es la única ocasión en que una guía explicita la necesidad de una propina y espera con la mano extendida a que descendamos del autobús, reclamando su propina tras haberse encarado a voz en grito con una compañera por llamar a Lisboa y reclamar el plantón con que la dejó, tras bajarnos a fotografiar la parte olímpica de Beijing, tras cruzar la autovía y ella volatizarse más de media hora.
Eso sí cada día programaba sus visitas a los centros de compras, no había forma de librarse de los criaderos de ostras con sus collares de perlas, de los joyas de jade, de las tiendas de té,… pero no resultamos un grupo muy rentable. Acabamos en una fila de sillas pensando en escapar de aquel lugar en medio de la nada, una parada de carretera,… salir temprano para visitar la Gran Muralla, esa fue la excusa, madrugar para traernos a comprar perlas…era su objetivo.
El Mercado de la Seda, aquel centro de cinco plantas, lleno de tiendas pequeñas que eran como cubos entre los que circulabas por el medio del pasillo, sin acercarte porque los brazos de las vendedoras se extendían para agarrarte y meterte en el interior, donde cerraban y se colocaban delante impidiéndote pasar, invadiendo tu espacio vital y sin dar un paso atrás conseguías con frialdad que bajase el precio, de aquella cazadora que acabo en el contendor de ropa. Porque las tallas son otras y la envergadura de los cuerpos no es intercambiable. Pero frente al asedio de aquellas vendedoras encontré el antídoto: comencé a lanzar besos y así dejamos de ser una presa apetecible. Besos para todas, kiss, kisme. El abanico de ofertas de cerró y conseguimos salir a tomar el bus.
Al día siguiente logramos llegar en un bus al  Templo de los Inmortales. Su patio cubierto de banderas multicolores, con los símbolos del yin y el yan cruzaban el patio. Los monjes recogían en una bolsa de deporte los billetes de las ofrendas y en una sala cubierta hasta el techo en pequeñas tablillas de unos diez centímetros cada una las plegarias se elevaban entre las volutas del humo del incienso. Los templos son remansos de paz en medio del bullicio de las ciudades. En algunas tiendas, sentado en la puerta el dueño dormitaba bajo el estandarte de plumas e ideogramas,… dulces  sueños provocados por una ola de calor.
Los días comienzan con el tañido de la Torre de Campana y finalizan en la Torre de Tambor.

Jardines



JARDINES
Se agolpan  en mi memoria diversas imágenes de jardines, donde el equilibrio y la belleza de los sauces y los nenúfares junto con las rocas renuevan la intensidad de sus colores, mientras la lluvia torrencial cae y una voz se eleva alzando con ella mi alma. Sobrevolamos la superficie del estanque y revoloteo como el aliento de los peces de colores que se acercan la superficie sobre la  que la lluvia arrecia. Esa voz que cantando las andanzas de la bella Margot tejió complicidades vuelve a brotar, clara, limpia, y será el eco que palpite al ver las instantáneas de este jardín en la casa del Maestro de Redes en Suzhou y los Jardines de la Felicidad Yuyuan en Shangai. Esta canción al limonero de Mozart en la maravillosa voz de Naty estará ligada a estos instantes, bajo la lluvia, en uno de los pasillos techados de estos jardines de Shangai. El equilibrio entre los elementos que conforman este jardín, tiene el sonido de su voz y de esta tormenta que meció a los sauces que lloran de alegría sobre las aguas de las que emergen lotos.
Raíz de loto, ese fue el regalo del novio chino a su novia cuando tuvo que dejarla y emigrar. Una raíz de loto porque aunque se rompa en dos mitades siguen unidas por unos finos hilos, así será el amor que une a estas dos personas de duradero. Lotos blancos y rosados, lotos como semillas que dejamos en el camino hace tanto tiempo… que ya la memoria solo alcanza a desempolvar una sensación de familiaridad que me embelesó en la casa del maestro de Redes de Suzhou, en el lago del oeste en Hangzhou, en el río Li, navegando bajo el sombrero de paja, al ver los búfalos en las orillas y a las alacranes atados y con el cuello rodeado por una anilla, que facilita la pesca y la recuperación de la pieza al pescador.
El río Li discurre majestuoso entre montañas, en las que imaginamos caballos y vemos la estampa que aparece en los billetes de veinte yuanes con sus montañas, el río. En las pinturas chinas trazan esas montañas que invitan a la ensoñación, verdes,  con formas triangulares y bambús tienen su fuente de inspiración aquí en Guilin y en las márgenes del río Li. Las balsas de bambú recorren el río, con sus vendedores de tortugas, frutas…
Guilin con sus arrozales a ambos lados del camino, acequias por las que el agua discurre y entre el fango húmedo, el verdor de los tallos va dejando paso al dorado que atesora los granos de arroz. Cerca de la aldea  en las huertas los campesinos dejan sus sandalias de plástico al borde la carretera y descalzos trabajan con sus azadones. En el pueblo los hombres juegan a las cartas, casi a ras de suelo, y las mujeres mayores aguardan la llegada de turistas para mostrarles su casa, a un precio razonable. La casa con el suelo de tierra, sencilla, y sobre le aparador no falta la televisión, un camastro de madera hace de sofá, de cama, y de mesa, mientras una olla sobre la tierra aguarda… la ropa colgada de sus perchas y las perchas penden de una cuerda en una pared, tras la cual está la cocina, separada del resto de las habitaciones. No hay ni un libro. Parece que cocinan en distintos fuegos, en latas con carbón, en una especie de cocina de leña, y sobre un tazón restos de perro. Al otro lado de aquella estancia una pieza hexagonal de hormigón de al menos un metro y medio de diámetro y en el centro un agujero, en el que defecan. ¡Cuánta pobreza!
En el centro del pueblo hay un hermoso árbol, un ginkgo sus ramas enormes se extienden y cobijan los deseos de sus habitantes. Todos acuden a este árbol con un mensaje en el que muestran sus deseos. Los introducen en uno de los pliegues del tronco y aguardan a que los dioses se los concedan.  Es un árbol centenario y mientras todos miran su copa, mi mirada se queda atrapada en el as de corazones que pisa la guía. Esa carta me estaba esperando. La guardo y antes  de irnos de pueblo nos detenemos Naty y yo, escribimos un deseo para dejarlo en el tronco del árbol y renovar la esperanza de las ilusiones. La complicidad germina.

PINCELADAS GASTRONÓMICA



PINCELADAS GASTRONÓMICA
China es un viaje hacia el interior, descubrir las texturas de esas setas  chinas que se deslizan con una escurridiza suavidad hacia la garganta, tras jugar al escondite con los dientes y fundirse en una apasionada entrega a la lengua. Lo bocados que te permiten los palillos son un desafío a la gravedad y un deleite que te lleva a vivir intensamente el instante presente, en su plenitud. En ese bocado que se introduce de pato laqueado en Beijing te sorprenderá por la variedad de texturas, que van desde la porosidad de la torta de arroz, al crujir del cebollino con su aroma a tierra mojada por la lluvia, y a la vez el sabor agridulce del pato denso, y jugoso se expande hasta tu paladar y los aromas sutiles te embriagan mientras saboreas y contemplas como pliegan una nueva tortita con elegancia, para ofrecerte el siguiente bocado. Los colores giran en el centro de la mesa y los aromas intensos abren el apetito. Las posibilidades infinitas de combinaciones están al alcance de un par de palillos.
Sabores perfumados por las flores que acompañan la serpiente en el centro del plato.
Al paladar llegan los vapores de sabores que oscilan desde el salado, al amargo, agrio, dulce y picante. Sabores frescos que compiten con el tofu fermentado, compartiendo texturas secas y fluidas. Aperitivos que se deshacen en la boca cual manjar añorado, oloroso y sabroso. La comida china rica en matices se asienta en tu memoria.
Y en  la cámara la foto de la fuente vacía en la que en su fondo dejamos lo más suculento para los chinos, las patas del pollo que usan como mondadientes.

TRECE TUMBAS DE LA DINASTIA MING



TRECE TUMBAS DE LA DINASTIA MING
El camino de las tumbas está custodiado por parejas de animales de piedra, que se van sucediendo entre los sauces llorones, y la vegetación. El bochorno es insoportable, antes de que arranque el conductor M, se baja y comienza a correr poseído, como si alguien lo persiguiera. Con su bandolera cruzada, corre, y el sudor le mueve el peluquín, nos adelanta y cuando nos detenemos nos dice que él corre cada mañana en Madrid. El calor es sofocante y en el fondo de la mochila las cartas que encontré en la muralla china se mezclan: siete de picas, reina de corazones diez de diamantes, cuatro y diez de corazones. Los elefantes de piedra y los camellos, los caballos nos acompañan en nuestras instantáneas para terminar en la gran tortuga que sostiene sobre su caparazón las inscripciones de los reyes de la dinastia Ming. Las tumbas están en las colinas cercanas y no podemos acceder a ellas.  
Los sonidos se mezclan, piying, con el chino mandarin, hay doscientas noventa y dos lenguas que se encuentran con los balbuceos de una nueva variante que trata de expandir M, otorgándonos un nuevo nombre, así nacen Yoalin la mujer elegante, Sxié, nieve, y Meili la chica bonita. Pekín se transforma en Beijing a medida que se viaje hacia el sur. Y mientras el tibetano lucha por no desaparecer

Reflexología



REFLEXOLOGIA
Recuerdo las risas en la sala de masajes, cuando me dieron aquellos pantalones cortos  hechos con una tela que parecía un retal de unas cortinas. La confianza que se iba tejiendo entre las mujeres de distintos continentes, unidas por el viaje, y comadres en la misma batalla contra la hinchazón en los tobillos.  Nos sirvieron un té y nos indicaron que metiéramos los pies en la bolsa que se sujetaba en los bordes de aquellas bañeras pequeñas en las que con esencias los pies se iban ablandando. Las risas iban siendo sustituidas por un silencio reconfortante, placentero a medida que los chicos con sus dedos hábiles iban presionando las plantas de nuestros pies, estirando los dedos… Optamos por varones para atender a aquellas seis mujeres, y me enterneció su equilibrio, entre su necesidad de permanecer con nosotras hasta recibir su dinero y la necesidad de intimidad para cambiarnos. Con su mirada huidiza respetuosa me siento tan cómoda que me cambié con comodidad como si estuviera en la antesala de un hamman, o en un vestuario con otras mujeres.

Los pies se hinchan y al llegar al hotel sus manos suaves y frías alivian mi cansancio y activan el drenaje de mis líquidos retenidos. Un masaje que agradezco y me devuelve a la placidez con que contemplábamos los lotos sobre las aguas  abrirse, con sus tonos rosados, blancos, al caer la tarde sobre el lago de Hangzhou. - Xie, xie- . Son tus manos sabias las que despiertan la capacidad de regeneración de mi alma, porque llegan a un nivel profundo y deshacen esa acumulación de toxinas. Gracias, gracias, por este regalo que me permitió descansar alguna noche en profundidad, y alguna mañana iniciar el día con energía renovada, sintiéndome más etérea.

Abanicos de rostros chinos



ABANICO DE ROSTROS CHINOS
La grandeza de esta tierra se hace patente en las extensiones sobre las que construían  sus palacios, y hoy en la altura que alcanzan sus rascacielos, tratando de alcanzar el azul del cielo que esconden bajo esta densa capa de polución, que te lleva a sentir cierto mareo. En sus calles la vida bulle, enérgica. Se entremezclan las imágenes de los inválidos en la indigencia, con los ciegos que cantan mientras mendigan en las escaleras del Metro, junto con los cochazos, y las familias comiendo en un parque, disfrutando juntos de un día de vacaciones. Todo ello se mezcla con el olor nauseabundo de ese tofu fermentado que te noquea, al doblar una esquina, y te hace correr para dejarlo atrás. Comida que se prepara en cualquier esquina, con la ayuda de unos carbones, comida por todos lados, a cualquier hora, comida rápida que absorben con ayuda de los palillos, haciendo ruido, y se entremezcla a veces con lágrimas en soledad. 
La China de los mil rostros, que se mezclan en las calles, entre mis fotos. Las mujeres maduras bailando juntas en la acera de Shangai, entre las tiendas de ropa hacen su coreografía en plena calle, con la música bien alta, al caer la tarde, bajo las luces de neón que empiezan a encenderse, y así se mantienen en forma. Y los hombres maduros, en las mañanas, van al parque a practicar taichi. Juntos cantan fragmentos de Ópera en las calles de Xian. Hombres juegan al maghong y a las cartas en cualquier rincón de la calle, en un sofá que han sacado a la acera,  y al doblar la esquina estás frente a los centros comerciales, de cincuenta plantas, que no te permiten ver como en esa misma manzana hay  edificios de tres plantas escondidos tras marañas de cables, viviendas desde las que salen a fregar en una palangana con agua sus platos, sus fuentes… bicicletas cargadas con bolsas repletas de plásticos, que triplican el tamaño del hombre que las trasporta.
El arte de la escritura lo practican sobre el asfalto de los parques, trazando con un pincel y agua los ideogramas que representan los deseos, las plegarias, tal vez alguna máxima de Confucio.
Los jóvenes encadenados a sus móviles de última generación, recorren en metro sus  circuitos diarios, y marcan su territorio con su cuerpo, aislando a sus chicas de la proximidad física de los demás. Se transforman en escudos que cargan con sus bolsos, con sus compras y las dejan confinadas en el espacio reducido que media entre la pared del metro y su cuerpo. Allí siempre encuentran su mirada, y ellas escapan a través de sus móviles, o tal vez conversan con ellos en diferido.
Hace tanto calor en la calle, ellas se protegen del sol con sus guantes,  pamelas, paraguas. Mientas ellos doblan sobre el pecho sus camisetas varias veces, dejando sus panzas al aire, ombligos refrigerados deambulan por las calles de Beijing, Shangai, Xian…

La ciudad prohibida



DIA 2 BEIJING  – LA CIUDAD PROHIBIDA –
La atmosfera cargada de contaminación, todo es gris, un gris sucio, tupido. Añoro el cielo azul.  En la plaza de Tiananmen  cientos de personas hacen cola, para ver el cuerpo momificado de Mao Zedong.  La guía impresa alerta de la presencia de jóvenes chinas que hablan inglés y te invitan a la ceremonia del té, como reclamo para desaparecer antes de terminar la ceremonia o la cena y darte el sablazo en plena  noche, cuando iluminen esta inmensa plaza.
Dejamos atrás esta parte de la historia reciente y miramos hacia la Ciudad Prohibida, sobre sus muros granates un retrato de Mao nos da la bienvenida. Seguimos el paraguas rosa de Fan y  atravesamos los gruesos muros que imaginaba imponentes, ante la mirada de Bertolucci y que se me antojan franqueables. Las estancias se tornan reducidas, con demasiado polvo. Lejos de las opulencias occidentales, aquí la intimidad  del hijo del cielo, se muestra en los tonos dorados de sus vestimentas, exclusivos del emperador, y su familia. Los detalles cobran relevancia y los dragones en las balaustradas que rodean la sala de la Armonía Suprema parecen cobrar vida. En los tejados aparecen de nuevo, junto con las tortugas símbolos de longevidad.  
Equilibrio sobrio y un poder que se extiende, hasta donde la vista alcanza, deja su huella en el  Palacio de Verano, en la pagoda de la Armonía…

Hutong



HUTONG.
Camisetas viejas hechas jirones, atadas a un palo de madera penden de las ramas de los árboles, ¡fregonas a un módico precio!  Calles estrechas, casas grises, sin ventanas, de una planta, pequeñas fortalezas, desembocan en pequeñas plazas. Delante de la puerta de una casa una mujer introduce en aceite palillos con carne insertada.  De una cuerda cuelgan de su percha pantalones, camisas que se secan al sol. Bicicletas apiladas en esquinas, polvo en suspensión te rodea, suelos de tierra.
En este laberinto de puertas cerradas alrededor de las cuales penden los deseos que se colgaron en el año nuevo sobre papel rojo, medio descoloridos y raídos franqueando la puerta.
En un recodo olemos el intenso olor del detergente mezclado con el orín y descubrimos los baños públicos. Los desheredados que pedían en las inmediaciones del templo regresan a casa y las bicicletas adaptadas a la ausencia de sus miembros dan vida a las calles del hutong, que parecía desierto, infranqueable, hasta que una puerta entreabierta suscita curiosidad y valentía. Solo se ve el fondo gris del muro al fondo. Levanto el pie y atravieso el umbral. Un timbre pende del techo, suspendido en el aire. Hay dibujos en las paredes de figuras geométricos como el círculo enmarcado en el octaedro, símbolos de armonía y equilibrio. Al doblar aquel pasillo desemboca en un patio repleto de plantas y asientos de madera. Los ventanales dan al patio y se ve el interior de las estancias, una cama, una silla y su mesa de escritorio, un televisor, algo de ropa colgada de una cuerda en perchas. Cada habitación está cerrada con llave. Parece una casa de huéspedes.
Me recuerdan estas casas a las de la medina, casas que se abren hacia su interior, sin ventanas para que los extraños no invadan la intimidad, mientras en el interior todo gira entorno al patio, donde el agua y la vegetación tienden un puente para que inicies el viaje hacia el interior.
Desde el exterior aquí, solo verás dos, tres, o cuatro prismas exagonales sobre las puertas, indicando el nivel social de la familia que habita el hutton.
Cae la noche, y las linternas rojas se encienden en los puestos callejeros, en cada uno de ellos venden un bicho diferente insertado en un palillo, culebras, cucarachas, arañas, saltamontes, gusanos, y un poco más allá pescado, piñas rellenas de arroz,… Vences la primera impresión y compras un gusano. Todos los puestos venden estas orugas, y eso te hace decidirte por ellos. Tras un par de vueltas por la plancha te lo dan, y observan tu gesto al hincarle el diente. Crujiente por fuera, por dentro un sabor fuerte, a marisco, la cáscara es demasiado dura. Es comestible, pero no como para tomar los cinco que venden en cada palo. El pescado está demasiado picante, quizás sea una forma de esconder el tiempo que lleva en la calle. Lo dejamos en el cubo de basura, antes de dejar la botella de agua vacía una mujer la coge y la mete en su bolsa repleta de plásticos. Un hombre agarra el palo con el pescado, pellizca un poco y se va comiéndoselo. 
Con la noche comienzan a verse cartones sobre los que dormirán hombres y mujeres esta noche. Y en el metro una pareja de ancianos recorre el vagón agitando una lata con monedas, mientras hacen sonar una música estridente como reclamo. Los taxis no paran, encontramos uno parado pero parece que no sabe dónde está  nuestro hotel, así que desandamos el camino buscando una parada de metro, una D.