sábado, 5 de noviembre de 2016

Jota de trebol



JOTA DE TREBOL
Tras el viaje en el tren bala (Suzhou 9:00 y a las 13:40 Shangai)  dejamos la tierra del arroz y el pescado para ir al mar,  a Shangai.  Hacemos nuestra última plegaria ante al Buda de Jade blanco, será el último templo que visitemos y nos deleitamos con los bonsáis, que separan unos pabellones de otros, las ofrendas de vivos colores nos recuerdan el sabor fresco de esta fruta que hemos descubierto aquí, la fruta del dragón, con esa pulpa blanca con pintas negras que se envuelve en una piel rosácea, con escamas verdes y amarillentas que parecen pinceladas expandiéndose para trazar un ideograma que expresa un concepto.
Las nubes se vuelven densas y llueve sobre Shangai, el cielo encapotado nos lanza una cortina de lluvia a través de la que vemos el Bund con sus torres, una con forma de abrelatas, y hasta ahora la más alta de China con 420,5 m y 87 plantas la Torre Jinmao, donde está trabajando Javier. Al día siguiente desde allí el cielo estaba despejado y las nubes no nos impidieron ver Shangai como si de una maqueta se tratase, antes de volver a estar en el suelo y mirar hacia arriba sintiéndonos hormiguitas. Aurora es otro edificio que se asemeja a un gran neón, donde los anuncios se suceden. El rojo de la torre de telecomunicaciones, la Perla de Oriente llama nuestra atención, y en este Bund a la orilla del río los negocios se gestan mientras los cargueros repletos de contenedores atraviesan el río rumbo a Singapur, a Europa,… Volveremos a ver esta isla de rascacielos iluminada en plena noche desde el barco, y las siluetas de cada torre serán las líneas de colores con que dibujaremos en sueños estampas que se entremezclaran con pagodas que se reflejan en las aguas de los lagos. Luces de colores, rojas, plateadas, doradas, recorren los rincones, y los edificios emblemáticos de cada ciudad, y así en la noche los paseos subiendo puentes y recorriendo veredas eclipsan luz de las estrellas y la luna. Incluso iluminan las grandes grutas  con esas luces azuladas, rosadas creando en el interior de la cueva espacios que aun se perciben con mayor grandiosidad, e invitan a imaginar el sonido de la flauta de caña.
En algunos rincones como Qibao se puede pasear en esas barcazas a remo, que recorren el canal, bajo los puentes que comunican las dos orillas,  y en las callejuelas entre los puestos de comida, las chicas con sus trajes tradicionales se sacan fotos en los puentes que cruzan el canal, los padres de familia cargan a su bebé en brazos, y aparecen las casas de té donde los hombres mayores comentan las noticias y cuentan leyendas. La vieja China convive con la moderna y futurista.  En plena calle encuentro la jota de trébol esperándome es la última carta de este viaje.

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