domingo, 2 de febrero de 2014

MONEDA


:::::::::::::::::::::::Cara:::::::::::::::::

Eva come piedras.
Eva  caga piedras.
¿Quién controla a Eva?
Hay una circular avisando del suceso. Circular con acuse de recibo responsabilizándonos a todos/as para evitar que Eva coma piedras en el patio, firmada y sellada por la Dirección del centro.

:::::::::::::::::::::::::Cruz:::::::::::::::

Hechos son amores,… por los buenos tratos.
Amor, amor, amor en la diversidad.
Respeto en el horizonte.
 El esfuerzo no puede sustentar en solitario las relaciones amorosas








INTERIORES

INTERIORES

Emigrar, partir y dejar atrás la familia, un hijo que aún necesita mamar, cerrar los ojos y lanzarse al otro lado del océano, ¿acaso no es un acto de valentía? Escuchas al otro lado del teléfono que tu hijo tiene un retraso motor y luchas por conseguir más dinero, por  papeles para poder permanecer en un país en el que él podrá tener acceso a más recursos, a médicos, a un mayor número de posibilidades para él. Tu ancla en este otra orilla, está en esa esperanza, te asientas en ella, construyes otra vida,… ¡felicidades! Colombia es un recuerdo remoto, un lugar al que volverás de vacaciones, cada cierto tiempo para ver a tu padre, a tus hermanos, a tu madre, a tus sobrinos, a tus tíos,…

La emoción se asoma a tus ojos negros, brillan con una luz radiante, primaveral al escucharme reconocer tu valor, tu fuerza para luchar por tu hijo. Miras hacia el pasado y sabes que te queda mucho camino por delante, lleva tres años aquí contigo, hace seis que tú te viniste, y aún es pequeño, el tiempo pasa, sabes que necesita estimulación, quieres más cosas para él, más atención de una logopeda, más horas de musicoterapia, te vas a ir a enterar de un curso sobre psicomotricidad para estimularlo tú en casa, llega y le pones deberes, quieres que seamos duras con él, firmes, para que trabaje. Ya se acabó el tiempo en casa con la televisión puesta y la soledad a cuestas, encerrado sin otro niño cerca. Ahora tiene una hermana, Ana, con la que juega, y una madre que lucha por su primer hijo sin descanso, acudiendo a médicos, buscando diagnósticos, recursos. Mientras el fantasma de la culpa va deshaciéndose de las cadenas, y avanza nublando la mirada que trata de acoger para compensar.


Agresiones



16 de octubre 2008

Hoy ante mis ojos el brazo se extendió ágil, nervudo, acababa en garra que se cerró sobre la cabellera de una cuidadora y los gritos brotaron, a medida que su cuerpo se doblaba. Se quebró un límite, una frontera humana y al sentirse libre de las garras del capricho inconsciente se revolvió, y se lanzó a dar bofetadas: - ¡Toma, estoy harta de que me peguen, hasta los cojones de que me metan hostias, no me dan más hostias!.-  El silencio fue total, unos pasos hacia atrás sirvieron para volver al redil de la contención, de lo políticamente correcto y se fue a paso ligero, llorando, con el cuero cabelludo dolorido, y los cabellos arrancados se los llevo el viento cálido del sur.
Los nervios se desataron, frenéticos, en el cuartucho de cuidadores. Ataque de histeria, de nervios que fue diseccionado por un tranquimazin que alguien sacó de su pastillero, del bolsillo interior de su bolso de piel.
La hoja de los partes sucumbió como una hoja más, de este otoño para cubrir el suelo sobre el que patinamos todas, expuestas a ser la siguiente la víctima, una victima más invisible, muda y olvidada.

DE SOCORROS Y ALERTAS



- ¿Pedir ayuda puede transformarse en una culpa que nos doblega? .
- No, no podemos sucumbir ante esta trampa, es la autosuficiencia, el orgullo mal entendido el que habla cuando te escucho decir: - Me siento muy mal, culpable por haber llamado al timbre y haber pedido ayuda, yo que nunca pedí ayuda en los años que llevo y ahora Paula está con dos puntos en la ceja, …- 

Pedir ayuda es lo único que nos salva de caer en el agujero negro sin posibilidad de salir a flote, pedir, pedir, gritar socorro, aunque no hablemos el mismo lenguaje, aunque la voz se la lleve el viento y la ahogue el hormigón de la institución. Cada día los agujeros que nos minan son más grandes si miramos a otro lado, cada día es más inestable el equilibrio que podemos mantener, cada día es un día más, o menos.

Más cansancio, más asco, más vulnerabilidad, más agresiones, más pánico, más pérdidas, más frío, más aislamientos, más oscuridad, más tensión, más cicatrices, y menos paciencia, menos esperanzas, menos fuerzas, menos alegrías, menos humanidad, menos compañerismo, menor sostén,  y un abismo profundo que nos condena a flotar, como islas entre mares de vómitos, arcadas, heridas lacerantes, sangre que corre por las baldosas, entre sudores fríos, y miradas gélidas, que no se detienen que, sobrevuelan a toda velocidad hacia otros horizontes, donde estar a salvo de esta realidad atrapada en una nómina.

Pidamos ayuda, toquemos timbre, gritemos, defendámonos, esquivemos, tratemos de evitar la llegada inminente de las carencias de una medicación sumada a  las consecuencias de una planificación poco eficaz,… y tratemos de habitar al menos dos o tres por isla, para no dejarnos caer en la deriva del absurdo, en el caos del autoritarismo que reina en los desórdenes emocionales. 


No hagas oídos sordos, mañana puedes ser tú, puedo ser yo el blanco de una agresión. 

A RAS DE SUELO...



La música surca los laberintos sin salida y acabamos tendidos en el suelo, sobre el brazo, mirándonos a los ojos, navegando en esos ojos que a penas parpadean, que me miran entregados y esperan pacientes, relajados, tranquilos, a merced de lo que pueda dar. Y doy el penúltimo aliento, transformado en soplo que su cara recoge con placidez, para devolverme esa ligera caricia que me habla del viento, de susurros, de la brisa. Y entre soplo y soplo, en ese diálogo, recupero la fuerza para mirar detrás de sus insultos, de sus patadas y siento al niño indefenso, al bebé que no entiende pero siente, siente y percibe mi miedo, mi rabia,  mi ternura, mi paciencia,  mi cansancio,  y mi alegría. 
Otros pies corretean y se corta este diálogo en el que llegué a cerrar los ojos y confiar en que no me agredieran. Se levanta contrariado y al ver a los demás correr, se levanta. Ruido, ruido, mucho ruido, prisas, carreras, a las que se van sumando todos, incluso él, que con una sonrisa me mira al llegar al final del recorrido, a la pared.





La hora del baño

LA HORA DEL BAÑO

Los grifos cantan su música grave, profunda. Desde las profundidades de las cañerías ruge el dragón y llega hasta los aseos para dependientes de la primera planta, ruge, no sale más que esa voz quebrada, seca, y a Christian le gusta escuchar ese canto, permanece embelesado, escuchando esas voces crípticas en las que él encuentra mansedumbre, suavidad, caricia, escucha. Así aguardamos a que llegue la gana de orinar y se colocan los frascos de colonias, pastas de dientes, cepillos, bolsas con ropa interior, toallas,…
Mientras en clase la atención sigue en la letra p, en el puzzle, en la pinza para agarrar el lápiz con más fuerza y llegar a escribir el nombre propio, su nombre. “- ¿Aprenderán a leer? “– la duda flota en los aires que vienen del mar, desde otras orillas.

De regreso en la clase, llega la hora de volver a casa, el peine vuelve a recorrer los cabellos sudados, y devuelve la apariencia grata a unos rostros que, a veces ni se reconocen en el espejo y cuando ya estamos listos para salir, una mano busca el peine, no tiene casi cabellos que peinar, pero reclama su dosis de caricias, sus ojos negros sonríen. _”Es hora de irse a casa, con mamá. “- le digo mientras el peine rastrea su cabeza suavemente y le susurro:- “estás muy guapo”.